Toni Morrison y el padre : lo peor a prueba del uno por uno – Sébastien Dauguet

©Valérie Locatelli –

Toni Morrison fue la primera mujer afroamericana en recibir el Premio Nobel de Literatura en 1993. Publicó su primera novela Ojos azules en 1970[1], inspirada en una anécdota que vivió en su infancia. De hecho, se cruzó con una niña de su edad que aspiraba a tener ojos azules como los de la joven actriz Shirley Temple. El ideal fantasmático se origina claramente en la herencia racista de un país segregado que valora el modelo blanco en detrimento de los descendientes de antiguos esclavos. Los niños, primeras víctimas inconscientes de las distinciones raciales, interiorizan los discursos que les rodean y contribuyen a repetir una lógica sistémica que les sobrepasa. Buena parte de la novela está estructurada en torno a rivalidades infantiles, donde la pequeña Pecola es denigrada por su color, su ignorancia, su pobreza. Toni Morrison, como para reforzar la lógica de su novela, denuncia en numerosas entrevistas el esquema narrativo internalizado por los niños negros, el del maestro, blanco, que es ante todo el de un hombre.

En Ojos azules, la narración es más compleja, sin duda más orientada por el trabajo del inconsciente. Está dividida, desmultiplicada, las voces se enfrentan. La verdad adopta diversas facetas, a veces inesperadas. Por un lado, la autora enmarca la novela con un extracto de un manual escolar que parece inscribir de manera insidiosa el mito de una familia nuclear blanca a la que todo le sonríe. Repetido en numerosos puntos del texto, el manual citado, recreado, desviado, revela su naturaleza de holofrase o eslogan capaz impregnar las mentes y colonizar los pensamientos. Sin embargo, la novela no es del todo aprehensible por medio de este patrón de lectura que, hoy en día, es caldo de cultivo de un cierto discurso woke que pretende echar la culpa de todas las humillaciones sobre el dicho « patriarcado ». Ojos azules es ciertamente una primera novela, pero no por ello deja de ser una elaboración artística que acoge un saber inédito. En efecto, la novela no cesa de desdoblarse. A la voz de Pecola, se unen las voces de Frieda y de Claudia que se asombran de sus caprichos. Y a la narración cronológica responden regresiones al pasado vivido por los padres de Pecola.

El drama de Pecola se refleja en esta pregunta : « ¿ Cómo se hace ? Quiero decir, ¿ cómo se hace para que alguien te ame ? »[2]. Allí donde Frieda y Claudia se sienten sostenidas por un discurso parental consistente y por una figura paterna que las aleja de lo real, Pecola no puede apoyarse en ningún « punto desde dónde » podría sentirse querida. El libro demuestra con lucidez el camino que puede seguir una niña cuando el padre no puede ocupar su lugar para protegerla, llegando incluso a violarla. Por supuesto, el contexto social y racial está implicado en las diversas formas de contingencias que determinan a este hombre. No obstante, frente a ciertas violencias, sólo un saber hacer con lo simbólico permite desbaratar las trampas de lo imaginario. ¿ No se trata pues, como nos invita la parte desconocida de la obra, de apoyarse también en las invenciones singulares de los padres uno por uno para captar lo que constituye la virtud del lazo llamado civilizado ?

[1] Morrison T., L’Œil le plus bleu, Paris, 10/18, 1998.
[2] Ibid., p. 39 (traducción libre del autor)

Traducción : Fernando Grabriel Centeno
Relectura : Carolina Aldana Nunez

Fotografía : ©Valérie Locatelli