En el libro 5 del Seminario, Las formaciones del inconsciente[1], Jacques Lacan piensa la condición de novedad en psicoanálisis. La clínica constata que la experiencia analítica se signa por la repetición, reducida al final a un núcleo que se mantiene invariable, pero también que es a partir de la repetición que lo nuevo pude advenir. El seminario citado comienza con el chiste porque hace emerger en el decir lo nuevo ; también al final del análisis acontece, en el decir, algo inesperado, incluso incongruente. Porque en el fondo, lo que esperamos de un análisis es eso, algo que escape al código y, muy rápidamente, código y patriarcado van de la mano.
Sólo los significantes que escapan al código crean sentido nuevo. Por eso, son preciosos, por su diferencia. Diferencia, término clave. En su camino está el plus de goce, el Witz, el ingenio. Y, a la vez, es en la desviación en relación a la norma en la que yace el fundamento de todo sentido. El código implica poner en el horizonte el deseo y lo que no se puede decir, como un confín, de todo lo que se dice. El indecible, no lo indecible. Esto es una piedra angular que no se ha desgastado como marco epistémico y que refleja, como desarrolla Laurent[2], la diferencia entre el patriarcado y el lugar irreductible del padre.
Es posible sostener y hacer uso del padre como un chiste. El padre como función representa la ley que puede acoger a la vez la excepción, alejándolo del paternalismo y del patriarcado. El Nombre-del-Padre propio es el chiste particular de cada uno, acoge y da permiso para acceder al camino de la desviación respecto del llamado patriarcado, el camino hacia lo más propio, inapropiable, incluso para uno mismo. El síntoma que ha organizado la vida, a pesar del dolor y el malestar, se estructura como un chiste, con lo que tiene de di-vertido, también de invento, de creación, de excepcional. El chiste denota una subversión frente al Amo.
La función estructurante y estructural del Nombre-del-Padre es la de transgredir donde hace falta. Es la objeción de conciencia al patriarcado. Desmonta el horror de la ley total, absoluta, automática, de la regla anónima que funciona sola y ciega donde no hay cabida para ningún chiste.
« No has sido un buen hijo », le dice su madre al personaje de Antonio Banderas (Salvador) en la película de Pedro Almodóvar « Dolor y gloria ». Salvador responde : « Te he fallado por ser quien soy ». Entre conmovido y sorprendido, le dice que desde su infancia sentía el dolor de no poder ser lo que su madre esperaba de él. La crítica al patriarcado y el estudio de su clínica implica tomar en cuenta una lógica por fuera de la del universal y la excepción. Reducir el sistema patriarcal al padre es similar a considerar la lógica del no-todo como la correspondiente a los seres hablantes genéticamente mujeres, reinstalando de nuevo el binarismo que la propia crítica cuestiona. En esta perspectiva, la madre puede tomar el valor de una figura princeps de la clínica del patriarcado.
La fórmula de la Metáfora Paterna representa el deseo materno con una letra D, mayúscula, la misma que Lacan emplea en el grafo de la Subversión del Sujeto para referirse a la Demanda. Dicha formulación da testimonio del arte de ingenio de Jacques Lacan, encierra una agudeza y una advertencia en cuanto al « proceso civilizatorio » del goce femenino y su deseo. Alerta de lo fallido de su domesticación en la degradación a la demanda.
¿ Existe el buen hijo ? ¿ Qué sería un buen hijo ? ¿ El que completaría a una mujer haciéndola un todo-madre ? ¿ El tan manoseado falo (imaginario) materno ? Un hijo puesto en ese lugar lleva a lo peor. Para una madre no-toda madre, no-toda definida por el código y la norma del también manoseado patriarcado, un hijo, más bien, abre al descompletamiento que trae al mundo la vida y su indecible, con su dolor y su gloria.
[1] Cf. Lacan J., El Seminario, libro 5. Las formaciones del inconsciente. Buenos Aires, Paidós, 1999.
[2] Cf. Laurent É., « El lugar irreductible del padre », Blog Nobodaddy de Pipol 11, posteado el 26 de febrero del 2023. disponible en internet.
Fotografía : © Christine Bourgeois