Estilos de padre – Hélène Bonnaud

© Emmanuel Kervyn – https://www.emmanuelkervyn.com/

« El padre es un síntoma, o un sinthome »[1]. Así es como Lacan nos introduce para localizarlo. El patriarcado ya no es una brújula, los padres no sólo son múltiples, sino también frágiles, sacudidos por la época que ya no les ofrece garantía alguna, ni criterios vinculados a la ley y a la moral. Las enfermedades del padre se inscriben así en tanto que soluciones para ocupar la función de padre, a la inversa de sus representaciones de antaño, pasadas por el filtro de la crítica y del trauma.

En los años setenta aparecieron los « nuevos padres ». Se negaban a identificarse con su propio padre y hacían suyos los principios de un igualitarismo entre hombres y mujeres mediante la distribución de las tareas domésticas y de maternidad.

Introdujeron la idea de que ser padre no se opone a ser madre, pero sobre todo que ser padre está desconectado del hombre como ideal de virilidad. Aparece entonces el hecho clínico de la división entre el hombre y el padre. Esta se manifiesta hoy marcando, por un lado, la relación del padre con sus objetos – en este caso sus hijos de los que cuida paternalmente – y, por otro, el hecho de permanecer deseante para su pareja. Esta división hace síntoma, indicando una disyunción entre las posiciones paternas y las viriles. De hecho, la paternidad ha dado un mordisco en la virilidad. Abrió los padres al goce experimentado de ocuparse del cuerpo del bebé, de abrazarlo, de cuidarlo. No se trata, como algunos lo podrían pensar, de una feminización del hombre, sino de un cambio de posición respecto a la paternidad.

Fin del padre autoritario

Nuestra época construye nuevos ideales de la paternidad basados en un decir que no a los padres de la ley y del respeto, no a los padres severos e injustos, no a los padres que transmiten los valores de la familia en nombre del deber y de la transmisión viril. En resumen, este rechazo del pater familias ha hecho surgir múltiples formas de ser padre y de obtener satisfacción. El padre de hoy descubrió que la cercanía con el niño cambia las cosas y responde a un descubrimiento crucial de la paternidad, el de un nuevo amor.

El padre duplicado

Muchos padres toman como referencia a la madre que es su pareja. Ella es quien los introduce y les ordena la manera de cuidar a los bebés. Ella los convierte en una madre desdoblada y los encierra en una identificación en espejo, dejándoles poco margen de maniobra para constituirse una posición diferente de la suya. Se trata del padre que se encuentra bajo el reinado de la madre, siendo en cierta manera su sustituto. Esta posición, a veces necesaria en los primeros meses de vida de un bebé, puede prolongarse en una indiferencia entre las funciones paterna y materna. El padre, en su dimensión de otrificación, està borrado. Sufre una castración en el sentido en que está privado de su poder de afirmación fálica para convertirse en padre en el lugar de la madre. Ser padre se encuentra absorbido por el deseo materno.

El padre-todo-amor

Los padres de hoy en día han renunciado a gozar de su autoridad. El ideal paterno ya no está en sintonía con los preceptos de la voz fuerte y potente. Ésta ha desaparecido en beneficio de la voz del amor. Esta versión del padre se erige en ideal, es soporte de una ideología donde el amor vendría a satisfacer y consolar a los niños, incluso antes de que hayan experimentado la angustia de la pérdida de amor. La angustia de la castración está de este modo denegada.

El niño se sitúa de entrada como un objeto de amor exclusivo, para ambos padres que se encuentran entonces compitiendo el uno con el otro. El amor, en su versión imaginaria y recíproca, es una utopía. ¿ Es acaso una nueva père-versión ? Seguramente. El amor, por cierto, no es tanto un suplemento para ofrecer, sino una falta. En el amor, se da lo que no se tiene. Ahora bien, hoy el amor paterno se hace síntoma. Completa, aplasta, impide, pesa… Lejos de hacerse falta, sofoca. La armonía esperada no se hace presente. El niño no responde a tanto amor. Para crecer, éste debe encontrar cierta desarmonía. Cuando Lacan indica que « un padre sólo tiene derecho al respeto, si no al amor, si dicho amor […] está père-versamente orientado, es decir, hace de una mujer objeto a que causa su deseo »[2], indica la no-relación entre padre e hijo. El niño debe encontrar el enigma que constituye el amor y el deseo del padre por la mujer que es su madre. Asimismo, cuando Lacan introduce el falo, como el tercer término que perturba el vínculo madre-hijo, desenreda el mito del amor como Uno. La madre desea otra cosa, el hijo no la satisface.

Los padres que desarrollan en los hijos una identidad fundamentada en la negación de la diferencia, crean nuevas formas de angustia en el niño. Éste crece contra la certeza del amor paterno, de ahí que se derive toda una serie de síntomas : rabietas, oposición, crisis, omnipotencia, etc.

El padre del juego

Esta versión del padre se desarrolló a partir de los objetos plus-de-goce, marcados por la entrada de los videojuegos en la cultura. Sí es cierto que, existiendo desde hace ya varias décadas, jugar al fútbol sigue teniendo un futuro brillante. Y el padre que inicia a sus hijos al placer del deporte los introduce al encuentro con el goce de tener un cuerpo controlado, y más fálico. En cambio, los videojuegos y otras pasiones por las pantallas participan de la posición paterna que no dice no a un goce inmediato y solitario. Al posicionarse así, el padre del juego permite un goce prohibido porque él mismo es su esclavo. Así muestra a su hijo cómo no privarse de gozar sin obstáculos. Le indica el camino de la adicción a las pantallas e impulsa en él un derecho al goce y no a su renuncia.

El padre sabelotodo

Sin duda heredero del padre educador de Schreber, el padre pedagogo es el que posee un saber enciclopédico que quiere transmitir a sus hijos. Es un padre que busca el modelo del profesor como ideal, queriendo asegurar a su hijo el camino real hacia el conocimiento y la afirmación de sí mismo. Inyectando el saber en todo, colma la falta necesaria para la manifestación del deseo. Y crea anorexia respecto al saber, Lacan mostró su mecanismo en la anorexia mental. Cuando el niño está colmado de demasiado saber, lo que aparece es el rechazo, la oposición, el decir no al saber. Entonces es la nada como objeto a la que viene a responder de ello.

El padre « nada me importa »

Es el padre que se ríe de todo, se burla, anima, luego anula, hace reír, luego llorar, da y priva, dice sí, luego no. Es un padre cambiante, desorientado, sin ley. La caída de los ideales, consecuencia de su cinismo, provoca angustia e inseguridad en el niño. Se trata de un padre que ante todo destruye, porque no pudo idealizarse como padre, no pudo reconocerse como tal. Con el ideal del yo en falta, el niño lo remplaza, tal un ersatz i(a), del que no quiere ser el amo, aunque ocupe la función. De ahí la forma tiránica que resulta de ello.

Para concluir

Lacan hablaba de la « evaporación del padre »[3] como un síntoma del fin del patriarcado. Sus consecuencias hoy en día, se pueden leer en los ideales de la paternidad que circulan y hacen del padre un síntoma en el sentido en que cada uno debe hacer con su singularidad. Es a este nivel que es perverso[4], añade Jacques-Alain Miller, osea que el estilo que es el suyo, su goce singular, no le impida orientarse hacia una mujer entre todas, en vez de hacia su hijo.

Referencias del autor :
[1] Lacan J., Le Séminaire, Livre XXIII, Le Sinthome, texte établi par J.-A. Miller, Paris, Seuil, 2005, p. 19.
[2] Lacan J., El Seminario, Libro 22, « R.S.I. », clase del 21 de enero de 1975, Ornicar ?, n°3, mayo de 1975, p. 107. [La traducción es nuestra]
[3] Lacan J., « Nota sobre el padre », Lacaniana, n 20, Buenos Aires., Grama, 2016, p. 9.
[4] Cf. Miller J.-A., « La orientación lacaniana, El Un Solo », curso pronunciada en el cuadro del departamento de psicoanálisis de la universidad Paris 8, clase del 6 de abril de 2011, inédito.

Traducción : Fernando Gabriel Centeno
Relectura : Adela Alcantud

Fotografía : © Emmanuel Kervyn