Del esoterismo al frenesí sexual – Lucia Icardi

© Nathalie Crame

La proliferación de comunidades de goce que marca la época convoca al psicoanálisis a utilizar su recurso privilegiado, la interpretación. Se trata de demostrar que lo único constitutivo para todo ser hablante, en lo que a su sexuación respecta, es su falla. Y que cada uno debe arreglárselas con el exilio de la relación sexual que no se escribe.

En El Seminario 19, Lacan carga contra los discursos que, históricamente, han hecho gala de un supuesto saber sobre el goce. En aquel entonces, dialoga con el movimiento feminista al que llama, no sin ironía, el « discurso del amo up to date, del amo último modelo, y de las niñas modelo-modelo que son su progenitura »[1]. Se interesa por el personaje de Alcibíades, cuya figura – con rasgos de actualidad – constituye la representación del « frenesí sexual, en el cual desemboca normalmente el discurso del amo, si me permiten, absoluto, es decir, que no produce más que la castración simbólica »[2]. Esta afirmación permite pensar una articulación entre la ideología absoluta contemporánea – que sella la identidad de los sujetos a partir de sus prácticas de goce y orientaciones sexuales – y el efecto de castración que se intenta forcluir, inherente al malestar.

Para ejemplificar ello, Lacan recuerda la mutilación de los Hermes. Una mañana del año 415 a.C., los ciudadanos atenienses despertaron con la noticia de que las estatuas del dios Hermes habían sido cercenadas en el pene. Un golpe directo al corazón de la religiosidad popular griega. El estado de alarma llevó a poner el ojo sobre Alcibíades, ya que eran conocidas sus andanzas nocturnas, donde los excesos etílicos y sexuales se conjugaban.

En la Proposición del 9 de octubre de 1967 Lacan indica que dicha mutilación anula la hiancia que se abre con el complejo de castración, y que el objeto a viene a obturar[3]. En Alcibíades encuentra el signo de la sublevación contra el orden simbólico que podemos escuchar hoy en las diversas voces de los discursos woke que dominan el escenario político : Ni Dios, ni patrón, ni marido. Señala : « No podemos dejar de percibir sobre qué fondo de insurrección, de subversión respecto a las leyes de la ciudad, surge un personaje como el de Alcibíades – un fondo de ruptura, de desprecio de las formas, de las tradiciones, de las leyes y, sin duda, de la religión misma »[4].

De regreso al Lacan de El Seminario 19, cabe señalar que un año antes se había creado en Francia el Mouvement de Libération des Femmes. Lacan les dirige un mensaje : « no todas son modelo-modelo »[5]. Destaca la alteridad, por sobre la identidad. Así da cuenta de cómo el no-todo femenino pone en entredicho la articulación, siempre fallida, entre goce y saber. Cualquier discurso que se erija en nombre de tal verdad, quedará del lado del puro esoterismo[6]. Salir del reinado del Padre y servirse de sus retoños permite desculpabilizar al Padre de la castración a la que todo ser hablante está sometido por habitar el lenguaje y poder, a partir de esta historia novelada, recortar el imposible del que proviene su impasse sexual.

[1] Lacan, J., El saber sobre la verdad, El Seminario, Libro 19 … o peor. Buenos Aires, Paidós, 2021, p. 167.
[2] Ibíd.
[3] Lacan, J., Proposición del 9 de octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la Escuela, Otros escritos, Buenos Aires, Paidós, 2016, p. 270.
[4] Lacan, J., Decorado y personajes., El Seminario, Libro 8, La tranferencia, Buenos Aires, Paidós, 2011, p.  32.
[5] Lacan, J., El saber sobre la verdad., El Seminario, Libro 19, … o peor, Op. Cit, p. 167.
[6] Ibíd.

Fotografía : © Nathalie Crame