Mi padre, ese héroe – Marie-Hélène Blancard

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Escritor desde La Chambre des officiers [La habitación de los oficiales][1], Marc Dugain ha escrito un libro autobiográfico titulado La volonté [La voluntad], en el que construye su propia historia sobre la figura de un padre heroico. Después del abuelo materno « boca rota » de la Gran Guerra[2], retrata a un padre de una pobre familia de marineros bretones. Abatido por la poliomielitis, pero salvado por los avances médicos, logra mantenerse en pie a pesar de su enfermedad y ascender en la escala social gracias a una voluntad de hierro. Feminista antes de tiempo, promueve la emancipación de su esposa y se pone al servicio de su país. Seguirá una carrera como físico nuclear mientras trabaja en los servicios de inteligencia.

Crecer a la sombra de este padre no es fácil. Es una figura excepcional que no se deja domar. Sin complicidad ni diálogo con sus hijos : a este padre sólo le interesan sus resultados escolares que deben estar a la altura de sus ideales. Los niños crecen con una abuela que cuida de ellos antes de sumirse en la melancolía.

En la adolescencia, se desencadenan los efectos de goce de un superyó implacable. Cuando el hijo mayor abandona la casa, el menor se deja llevar por la protesta y las drogas. Se hace expulsar de las escuelas secundarias públicas y se destruye bajo la mirada del padre impotente. « Como su hijo, inmerso en los humos de la droga, no contesta a una pregunta que él le hace, agarra la botella de agua de la mesa y lo golpea. En la violencia del movimiento, se cae. El adolescente se queda atónito. Las palabras ya no pueden hacer nada por ellos. »[3]

Huye, pero pronto regresa tras un mal encuentro. « Ni siquiera le quedan sueños. Su única oportunidad, en este preciso momento de su corta existencia, es llegar a reírse de sí mismo, de este personaje sin grandes cualidades, extenuado por su rebelión imaginaria que nunca llegó a nada, ni siquiera su fuga, que debía ser la apoteosis de su protesta. »[4]

Lo envían a París a vivir con su madrina, una amiga del padre que le había ayudado a « superar sus rabietas de lisiado y pobre »[5]. Descubre una familia amorosa, llena de tolerancia y humor, lo que despierta su interés por la literatura, la pintura y el cine. En lugar de luchar contra su rebelión, se le permite estructurarla. Esta intimidad intelectual lo reconecta con su deseo.

Al inicio del año escolar, pide ver al director de la escuela, le explica el fracaso de su escolaridad y le pide una segunda oportunidad. « La escuela pública que había salvado a su padre, a su vez, lo salva a él. »[6] Su relación se tranquiliza y este padre impactante le habla como a un amigo.

Para superarse, « como si hubiera decidido de repente vengar las piernas de su padre »[7], empieza a correr. Participa en competiciones a las que su padre asiste estupefacto, comprendiendo de repente cómo su discapacidad había marcado su relación.

Cuando su padre se rompe una pierna, aprovecha este tiempo de inmovilidad para hablarle. Reconstruyen el mundo con júbilo. Descubre entonces la serenidad de un padre que cree haberse realizado transmitiendo valores universales : « La transmisión es la única posteridad que vale »[8].

El cáncer es su última pelea. Para hacer avanzar la ciencia, el padre se convierte en el conejillo de indias de todos los tratamientos experimentales. La lucidez del hijo pone un límite a esta voluntad infernal, que es el síntoma de su padre, cuando convence al interno de turno de « acortar esta voluntad para evitarle el martirio »[9].

Referencias del autor :
[1] Dugain M., La Chambre des officiers, Paris, Lattès, 1998.
[2] La expresión « gueules cassées » acuñada por el coronel Picot, primer presidente de la Unión de los heridos de la cara y la cabeza, designa a los supervivientes de la Primera Guerra Mundial que sufrieron una o varias heridas en combate y afectados por graves lesiones físicas, especialmente en la cara. También se refiere a hombres profundamente marcados psicológicamente por el conflicto, que no pudieron reincorporarse plenamente a la vida civil o que, en los casos más graves, tuvieron que ser internados de por vida.
[3] Dugain M., La Volonté, Paris, NRF Gallimard, 2021, p. 258 [La traducción es nuestra]
[4] Ibid., p. 263.
[5] Ibid., p. 264.
[6] Ibid., p. 266.
[7] Ibid., p. 267.
[8] Ibid., p. 272.
[9] Ibid., p. 278.

Traducción : Tomás Piotto
Relectura : Fernando Gabriel Centeno

Fotografía : © Marie Van Roey