La tripartición de la función paterna, real, imaginaria, simbólica, en la enseñanza de Lacan es un punto de referencia conceptual fundamental para distinguir a los padres a los que se dirigen las distintas críticas del patriarcado. El padre simbólico como muerto no es el feroz padre imaginario agente de la privación, ni el padre real, demasiado a menudo interpretado en el registro imaginario, padre siempre carente para asegurar su función.
Lacan ha distinguido dos funciones del Nombre-del-Padre. La de la metáfora paterna cuya importancia recuerda Valérie Lorette, y luego hacia el final de su enseñanza, la de la nominación que Liana Velado aborda en su texto, sobre el fondo de la pulverización actual del padre identificada por Jacques-Alain Miller.
Es de un padre real muerto cuando Violette de Urso era niña del que habla en su novela leída por Frédérique Bouvet, un padre cuya historia intenta escribir para tratar su pérdida. Se trata de un padre héroico, muy lejos del padre gozador que el cantante Johnny Cash contó el impacto en su vida en su autobiografía leída aquí por Guillaume Miant. Otra versión del padre muerto, un padre producto de la ciencia al servicio de una voluntad expresada por un sujeto fallecido, se encuentra en el texto de José R. Ubieto.
Isabelle Rialet-Meneux aborda la nueva radicalidad del lesbianismo político contemporáneo, que apunta más a la dominación masculina como consecuencia del patriarcado que a la función paterna, y nos muestra que este lesbianismo no deja de participar en un rechazo del inconsciente.
Por último, la actualidad de la guerra nos recuerda la pesadilla que toma forma cuando la ferocidad del padre imaginario llega a encarnarse en una autoridad política, como muestra Egor Tsvetkov en su texto, una autoridad que se manifiesta aquí tocando la lengua.
Traducción : Fernando Gabriel Centeno
Relectura : Jesica Varela
Fotografía : © Atelier d’Art de la Baraque
