La lucha feminista de los años ‘68-‘70 contra el Patriarcado se quedó atascada en Italia en los años 80 con la llegada del yuppismo, de « Milano para beber », del mito de la Plaza de los Negocios y del libre mercado. El compromiso social contra las desigualdades de género fue reemplazado rápida y ferozmente por una ideología de diversión y una producción masiva de películas sobre alegres vacaciones en el mar, donde la libertad sexual, reclamada en los años setenta, se tradujo en libertad para gozar sin límites. El cuerpo femenino, desvestido por las feministas en nombre de la autodeterminación, se ha convertido en el objeto expuesto en la feria de las vanidades. Un cuerpo objeto de goce cómplice del banquete en el cual venía ofrecido como comida. Palabras como Patriarcado, feminismo, paridad, desaparecieron del lenguaje común, consideradas anticuadas, embarazosas, cosas hippies fracasadas y frustradas. Son los años del berlusconismo, de sus televisiones privadas, de los velos, de las cartas : jóvenes nombradas como pequeñas cosas, sin voz, pero grandes sonrisas. Todos parecen sucumbir a la fábula propuesta por el discurso capitalista-consumista que promete bienestar y felicidad para todos y al infinito.
Infinito, para siempre, para todos : significantes del sin límite, de la ausencia de castración, promesas del capitalismo al precio de la singularidad. En su lugar triunfa el individualismo, la lógica del primero, el número Uno en la serie de números (muy distinto del Uno todo solo[1] que es el de afuera cualquier serie), en un contexto en el que el sentido y el valor se producen a través del cálculo y la renta.
El discurso del capitalista literalmente invadió Europa en los años 80’s, bajo el impulso del neoliberalismo en USA. Primero con el republicano Ronald Reagan prometiendo riqueza para todos, luego con la desregulación y la globalización introducidas por el demócrata Bill Clinton, se elide lo imposible. Todo es posible. El movimiento parece dejar fuera a los viejos patriarcas del poder económico y crear una democracia de posibilidades. Faltan todos aquellos operadores culturales que hacían funcionar al padre como aquel que daba sentido a la pérdida, a la renuncia a cambio de un nombre, de un lugar en el mundo. El resultado no es una mayor autonomía y felicidad para el ser humano, sino que la misma libertad se convierte en un amo, el goce en un imperativo : nuevos patriarcas encarnados por cualquiera que haga una bandera de ello.
Hoy frente al fracaso del libre mercado, frente a un real que se revela en la devastación bélica generalizada, en la alarma ecológica, varios economistas están proponiendo nuevas soluciones, reexportando una lectura marxista de la sociedad, aunque proceda de posiciones políticas diferentes.
Se vuelve a discutir la idea misma de ser humano. El inglés Tim Jackson[2], describe la economía capitalista como un sistema que asume y sustenta una voracidad de necesidades humanas, es decir, basa su funcionamiento en el goce pulsional ilimitado. Esto ha generado una cultura que asocia bienestar y felicidad con el consumo, la propiedad y el crecimiento económico del país. En realidad, según Jackson, en los países industrializados el crecimiento económico contribuye muy poco a la calidad de vida. Además, sabemos que el placer está ligado más bien al deseo, donde el objeto está en una posición de causa y no de objetivo. Varios movimientos juveniles apuntan a este callejón sin salida al imponer otra dirección : en primer lugar, el movimiento Tang ping en China, también denominado Lying flat. Se trata de jóvenes que se oponen al exceso de trabajo, a un trabajo dirigido a la compra, a la propiedad y reivindican el tiempo libre, el espacio para viajar, relacionarse y vivir.
Diversas economistas de renombre internacional proponen un nuevo modelo de economía. Entre ellas, Mariana Mazzucato que sostiene la necesidad de liberarse del viejo modelo de narrativa y pensar en una política económica que no esté orientada por el equilibrio presupuestario sino por objetivos orientados al bienestar de la persona. A la misma conclusión llegan Eva Von Redecken[3] y Minouche Shafik[4]. Las dos economistas, aunque partiendo de posiciones políticas diferentes, defienden la necesidad de reformas y reglas pensadas a partir de las personas y no del mercado.
Partir de las personas quiere decir de la dimensión humana y, en términos psicoanalíticos, podríamos decir de una lógica que preserva la singularidad del deseo, una singularidad que, caracterizando el goce, lo limita y lo hace habitable. Estamos en el campo de lo femenino, del uno por uno, del uno por uno en el que no hay dueños, patriarcas, en el que el Otro sirve, pero no comanda. Quizás haya alguna esperanza.
Referencias del autor :
[1] Miller J.-A., Di Ciaccia A., El Uno todo solo, Astrolabio, 2018, inédito.
[2] Cf. Jackson T., Prosperidad sin crecimiento. Economía para el planeta real, Medio Ambiente, 2017.
[3] Cf. Von Redecken E., Revolución para la vida, Fischer tapa blanda, 2020.
[4] Cf. Shafik M., Lo que nos une, Mondadori, 2021.
Traducción : Armando Manzanares
Revisión : Carolina Vignoli
Fotografía : © Nathalie Crame