Autoritarismo – Domenico Cosenza

@Emmanuel Kervyn – https://www.emmanuelkervyn.com/

Más allá del autoritarismo terapéutico: un discurso que excluye la dominación

La crisis de autoridad que caracteriza al mundo contemporáneo en las diferentes funciones y figuras que lo representan ha sido develada por el psicoanálisis desde su origen. La histérica, con la que Freud puso en marcha la talking cure, se presentaba como un sujeto atravesado por un síntoma ingobernable tanto por parte de la autoridad patriarcal centrada en el poder del pater familias, como por parte de la autoridad del saber científico de la época. Ante tal défaillance, encarnada por la impotencia del padre y del psiquiatra para responder al enigma encarnado en el síntoma, la histérica abría una brecha dando vida a un nuevo discurso. Este colocaba en el centro del asunto la función del sujeto dividido. En la histeria se pone en juego un movimiento ambivalente: el desenmascaramiento de la impostura del padre y de cada figura de autoridad se une a su rescate. Esto, a condición de que el amo en juego se presente bajo la forma de « …un amo sobre el cual reinar »[1], como indica Lacan en el Seminario XVII. Ante el discurso de la histérica, a Freud se le abrían dos caminos: silenciarlo, respondiendo mediante una vía sugestiva a su pregunta que apunta a encontrar un amo; o darle la palabra, para permitir al sujeto articular la cuestión al corazón de su sufrimiento. El primer camino, que Freud mismo recorrió en sus aproximaciones pre-analíticas a la cura de pacientes histéricas, era aquel del uso autoritario del poder sugestivo de la palabra del terapeuta (siguiendo en esto las experiencias más ilustres de su época, desde Charcot hasta la cura hipnótica de Barnheim), a la base de cada autoritarismo terapéutico. Era una forma de restaurar bajo la égida del amo la insubordinación histérica. Pero Freud se dio cuenta pronto de que la sugestión no tiene el poder suficiente para incidir de manera perdurable en el real del síntoma histérico: la insubordinación histérica no se presta de manera perdurable al retorno bajo la autoridad del amo. Fue éste segundo camino el que Freud decidió tomar. Lo hizo siguiendo la emergencia, en el discurso de la histérica misma, de los significantes-amo que revelaban la dimensión inconsciente de los síntomas. Como ha señalado recientemente Miquel Bassols[2], con este acto, Freud ha abierto el camino a una forma de autoridad inédita, propia del discurso analítico. Autoridad que, como dijo el mismo Lacan, y como ha subrayado en repetidas ocasiones Miller[3], es propia del discurso analítico en tanto que, a diferencia de otros discursos, « excluye la dominación »[4], y por eso no se puede enseñar.

Más allá del patriarcado: la raíz de la autoridad ( y del autoritarismo ) no está en el padre sino en el lenguaje

El joven Freud reconocía, incluso antes de fundar el psicoanálisis, que la palabra tiene un poder, una magia, que si se usa produce efectos de cambio sorprendentes. Su esfuerzo, con el inicio de la práctica analítica, consistirá en permitir una cura de palabra que mantenga a raya el cociente ineliminable de sugestión que ella comporta por estructura – y sobre el cual lucran la magia y las terapias autoritarias-sugestivas -, poniendo en valor el alcance simbólico-revelador de su funcionamiento. Dar la palabra al inconsciente del analizante, que habla a través de sus formaciones (sueños, lapsus, chiste) y síntomas, será la vía que creará espacio a la autoridad analítica. Esta via permite al analizante reconocer, en la repetición de su síntoma, los significantes-clave a los que está subyugado, y que ejercen su autoridad inconsciente e inexorable sobre él. Lacan nos permite pesquisar más radicalmente este aspecto de Freud que permaneció en parte bajo el yugo de la religión del padre y de la creencia en la ley edípica como última palabra en el proceso de construcción de la autoridad. De hecho, Lacan desde el comienzo, en el escrito del ´38 sobre los Complejos familiares, sitúa el « declive social de la imago paterna »[5] en coincidencia con el nacimiento del psicoanálisis[6]. Además, reconduce cada vez más, a lo largo de su enseñanza, la autoridad del padre a la ley del lenguaje y a la función de nominación. Más allá del padre es el lenguaje que domina la vida del ser hablante; más que por lo que éste parece querer decirle al sujeto (su elucubración de saber S1-S2), por eso que lo gobierna silenciosamente, de modo imperativo y sin sentido (S1). En esta dirección podemos leer la enigmática frase de Lacan en Subversión del sujeto donde afirma que « el primer dicho decreta, legisla, aforiza, es oráculo: confiere al otro real su oscura autoridad »[7]. Más acá del padre está S1 que gobierna en la vida del parlêtre, y que confiere su oscura autoridad a los otros reales (entre ellos el padre) que conforman el cuadro en la relación con el Otro. Esta autoridad no se confiere desde el lugar de una garantía, que puede darse sólo a través de una impostura y que el padre no puede encarnarla sino como un semblante.

Autoritarismo del padre y más allá del padre

Estas consideraciones nos permiten comprender el avanzado estado de deconstrucción del núcleo central del patriarcado como orden familiar y social fundado en la autoridad indiscutible del padre en la enseñanza de Lacan[8]. Al mismo tiempo, nos permite no caer en la trampa de hacer del padre el único blanco de una crítica contra el autoritarismo del poder. Si así fuese, nos arriesgaríamos a la suerte que Lacan atribuye a los estudiantes universitarios durante la protesta del mayo francès: estar contra el amo de turno para instaurar, sin saberlo, un nuevo amo en el poder, incluso probablemente peor que el primero. El patriarcado es tal vez una larga estación histórica de la aventura de la sociedad humana y de la familia que está llegando a su fin; aunque las nostalgias del padre se imponen a nuestro tiempo bajo las formas de fundamentalismos de diverso tipo. No se trata solamente del retorno del fundamentalismo religioso, sino también del cientismo desenfrenado, del populismo que resurge de las cenizas en cada crisis económica y social. Se trata en todos los casos indicados de las formas en las que, bajo semblantes muy diferentes, se reafirma la figura de un Otro garante que cubre la ausencia estructural de garantía en el Otro. El autoritarismo se afirma cuando, como señala Bassols[9], la autoridad se degrada y el horror por la falta de garantía en el lugar del Otro empuja hacia la instauración de un nuevo Otro del Otro. En esta dirección también las llamadas democracias autoritarias o no liberales de nuestros días encuentran el marco para tener su lugar. Al mismo tiempo, la intransigencia ideológica que encontramos a menudo presente en los discursos provenientes de exponentes del movimiento woke – que alimentan la cancel culture y estigmatizan como patriarcal cada discurso que someta a examen crítico sus posiciones -, en cuanto proferidos desde el lugar de una verdad indiscutible, producen el efecto de una resurrección del mismo autoritarismo que combaten con su ataque al patriarcado. Como en el mito de Acteón, terminan siendo devorados por la presa que estaban cazando.

Traducción : Tomas Verger
Relecture : Liliana Zambrano

Fotografía: @Emmanuel Kervyn

[1] Lacan J., El Seminario, Libro XVII, El reverso del psicoanálisis, Paidós, Buenos Aires, 2011, p. 137.
[2] Bassols M., Autoridad y autoritarismo, Gredos, Madrid, 2022.
[3] Miller J.-A., Todo el mundo es loco, en Lacaniana 32, Grama, Buenos Aires, 2022.
[4] Miller J.-A., Todo el mundo es loco (2007-2008), Paidós, Buenos Aires, 2015, p. 325-329.
[5] Lacan J., « Los complejos familiares en la formación del individuo », Otros escritos, Paidós, Buenos Aires, 2012, p. 71.
[6] Ibid., p. 72.
[7] Lacan, J., « Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano », en Escritos II, Editorial Siglo XXI, Buenos Aires, 2006, p. 768.
[8] Ver Poblome G., Argumento del PIPOL 11. Clínica y crítica del patriarcado.
[9] Bassols M., « Autoridad y autoritarismo. Una lectura desde el psicoanálisis », www.zadigespaña.com/2020/11/18/.